Soy del 59 y tengo 59. Una bobada pero la semana pasada noté eso y desde entonces estoy por escribir al respecto, antes de que siga siendo del 59 pero con 60.
Ahora en La Paloma, por despedir el año, la presión por escribir se hizo imparable.
Con los años vamos acumulando muchos recuerdos. De niños todo era nuevo. Vivir “con el corazón de un niño”. Todo es nuevo y nos asombramos. Con las décadas que van pasando también nos asombramos, aunque de otras cosas, algunas de las cuales daría vergüenza ponerlas aquí. Hoy caminando por La Paloma, vi que tenemos algo así como un pequeño cine en nuestras cabezas. Vemos algo y eso arranca una película en el cine. O sea, vemos pero no vemos, sino que recordamos. No solo el lugar sino los afectos, los fuegos prendidos, los vinos abiertos, las charlas, los juegos de cartas, los besos, las guitarras sonando hasta tarde, la música, el amor.
Tantos recuerdos acá en la playa. Amigos que ya no están. Charlie, Alvaro. Pasé por las casas donde nos quedamos otros años y los veo a ambos comiendo un asado en casa. También pasé por donde se casaron Ata y Mónica, por la casa de Ushi, y ya en cuatro días caminé varias veces las playas, desde La Serena hasta el Faro, pero sobre todo en La Balconada, Los Botes y Anaconda.
Escribir es realmente sacar el tapón de la olla a presión, y a veces también el del resumidero, para que se vaya todo. Hay cosas sucediendo que piden salir. Uno escribe para uno, definitivamente, y en un afán por acariciar sensaciones que se mueven dentro, como invitándolas a pasar al papel, o en mi caso, a la pantalla de la compu.
Volveré sobre estos temas, sobre todo sobre la magia de los números, y esto de tener 59 y ser del 59. También volveré todas las veces a recordar a mis amigos, especialmente a aquellos a quienes no puedo ya abrazar y brindar por un nuevo año juntos.
Ah, Feliz año!!!
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