Y una vez más, estamos en febrero. Mes de mi cumpleaños. Recuerdos de cumpleaños con amigos del barrio, porque al no haber escuela no había mucha chance de organizarlo con los compañeros, en épocas sin whatsapp ni celulares, incluso con pocos teléfonos fijos! Ya más de grande algún baile en el fondo, con luces en los árboles, prendiendo y apagando con los starter tomados prestados de algún billar del club. Febrero que empieza con Fe. El mes más corto del año, pero uno de los más movidos, al menos en aquella época, con las guerras de agua en la esquina de Marco Bruto, los desfiles de Carnaval por la calle Rivera y la playa Pocitos. También mes de exámenes para quienes no hicimos lo que había que hacer durante el año lectivo.

Ahora son distintos los febreros, porque el verano se condensa en los primeros quince días de enero y a esta altura el movimiento en la ciudad, aunque menor, ya se va pareciendo al del resto del año. Pero también son distintos porque ahora hay whatsapp y teléfonos celulares, y ya nadie juega en la vereda, ni hay guerras de agua (de aquellas sanas al menos). En fin, me quedo con aquellos, tirándonos en la chata por la bajada tranquila, o yendo a pescar al puertito del buceo (ya no hay ni piojos en el muelle para encarnar!).

Como serán los febreros del futuro? Seguirán las murgas criticando siempre a los mismos? Tengo la impresión que pueden volver a ser como los de antes. Cuando cansados, guardemos los teléfonos y salgamos de nuevo a tomar el fresco en la vereda, a compartir unos mates o a hacer barquitos de papel y ponerlos en el agua que corre. A ver granizar o a juntar coquitos para tirar con la cerbatana. Eso si, sin apagones, sin tener que ir a buscar carne a Canelones, ni hacer fila de horas para conseguir querosene. Volverán los febreros en toda su magnitud, espero que nos cuentes como son en unos cincuenta años.